4.1.07

el recorrido


cuando regresé, la vida neoyorquina con sus problemas rápidamente me devolvió al estado natural de preocupación y apuro. el disco rígido se murió, comenzaron las clases, y mil cosas más. recién ahora tengo tiempo de postear esto que es como un resumen gráfico del viaje, sólo como una guía para los internautas anónimos que puedan leer esto algún día y querer ubicar los lugares mencionados.

el viaje fue increíble y no sé si podré repetir algo así en el futuro. esperemos que sí.

30.8.06

ahora sí, en casa

Al final, con el cuello dolorido y el resto del cuerpo también, aterricé en JFK a la madrugada y salí con mi mochila de la cinta transportadora a las 2 a.m. Era el único que encaró para el lado del Airtrain, en lugar de los taxis o autos de familiares. Pero después de dos meses de vivir con 15 o 20 dólares por día, no nos vamos a entregar a un viaje de $45 justo en el ultimísimo tramo, ¿no?

Igual, como soy un vivo bárbaro, en vez del subte, me tomé un tren suburbano que venía justo en unos minutos y me ahorré como una hora de viaje hasta Manhattan. Allí, tomé el subte, sí, y a las 3:30 de la matina triunfalmente traspuse el umbral de mi edificio.

Tuve tiempo de apreciar la mugre del departamento, darme un baño, ponerme el último boxer limpio, encontrar sábanas, tender la cama y acostarme por fin en la tan ansiada camucha.

Sin mayores percances, había completado la aventura que comenzó el 22 de junio, también a la madrugada. (La foto es de la última mañana, el último armado de mochila en Tegucigalpa).

Hoy, la noche siguiente, escribo estos últimos posts en mi propia computadora mientras bajo las fotos del viaje, que son apenas 123 (algunas publicadas en el blog las fui borrando y otras tantas están en la compu de la Pumanovia).

Atrás quedaron el mar, la selva, las olas, las pirámides, los surfistas, los taxistas, los lancheros, los quetzales, los lempiras, los córdobas, los tacos, los chilaquiles, las pupusas, el vigorón, los hoteles, las hamacas, los hostales, los fideos, los mates, la gripe, los tajos, las aguavivas, el bronceador, mis zapatillas abandonadas en un murito de Tegucigalpa, el celular que me afanaron, los mayas, los lacandones, las 24 horas en Honduras, los 41 días en México...

Acá, todo sigue igual, no hay negocios nuevos ni cerraron los de siempre, murieron dos bomberos en El Bronx, el subte va y viene con el mismo ruido, el movimiento para pasar la tarjeta magnética por el molinete es el mismo, un sandwich cubano cuesta $4...

Es tan raro haber vivido tantas cosas y de repente volver a ser... el mismo de siempre.

28.8.06

casi en casa

Estoy en Miami desde las seis hasta las nueve de la tarde. Ernesto podría llegar mañana, porque se acaba de desviar, así que qué bueno que logré volar esta noche. Mientras espero, miro CNN, leo las tapas de los diarios, de a poco me meto de nuevo en la realidad.

Acá tuve que hacer migraciones. Qué sensación rara cuando el agente, muy simpático él, me dijo: "Bienvenido de vuelta a casa".

También -además de no se puede tener ningún líquido, gel o pasta en el equipaje de mano- me pararon a hacerme ¡un test de explosivos! en el bolsito. El tipo le pasó un papel circular por dentro y luego lo puso en una máquina que, por suerte, no activó ninguna sirena ni luz roja ni nada.

Me queda una hora de espera más tres de vuelo más dos de subte y ya estoy agotado. Cuando llegue a NYC, compraré la tarjeta mensual de subte e intentaré -como siempre- despertarme justo antes de mi parada.

Welcome back home...

***

(Una hora después, la puerta D40 donde iba a abordar mi vuelo se llenó de gente apurada por sumarse a la lista de pasajeros, a pesar de estar sólo en lista de espera, y la compañía empezó a ofrecer vouchers de $300 a quienes aceptaran quedarse en Miami hasta el día siguiente. Me tentó, pero mejor no quedarse a ver a qué hora llegaba el huracán).

¡Plop!

los problemas, al final

El viaje venía saliendo demasiado perfecto, así que el equilibrio kármico llegó entre ayer domingo y hoy, día del regreso.

Primero, cuando me iba a acostar anoche, buscaba el celular para ponerlo de despertador, ya que quería salir del hotel a las 7. No apareció. Revisé mil y un bolsillos, aunque he estado tan metódico que durante 68 días todos los objetos viajaron siempre en un mismo lugar. Sabía que no iba a aparecer. Así que sé que se quedó en Nicaragua.

La duda es: ¿me lo dejé de dormido, a las 4 a.m. del domingo, en la pieza del hotel, o me lo chorearon en la compañía de buses, donde el equipaje se despacha una hora antes de salir (el único rato que estuve separado de mi mochila)? Estoy casi seguro de que no me lo olvidé, porque dormido y todo, hice lo de siempre y miré abajo de la cama y todo. Segundo, también me falta el cargador, que solía viajar en el mismo bolsillo que el teléfono. Lo había tenido enchufado en el hotel, pero como sí me acordé de guardar el cargador de pilas, no veo probable que haya dejado el cargador, que estaba al lado.

Ya no importa, porque no hay manera de recuperarlo, pero sólo espero que no me lo use algún nicaragüense con parientes lejanos, porque el roaming estaba activado.

Segundo garrón, me levanté temprano igual, durmiendo mal porque no confiaba en el despertador que me prestaron los cordobeses, y llegué al aeropuerto híper-temprano. Al rato, me enteré que el vuelo se había cancelado por razones técnicas. (Parece que el ciclón Ernesto no tiene nada que ver. ¿...?)

Así que estoy en un shopping enfrente del aeropuerto -que está en construcción, no tiene ni cibercafé, y es casi tan chico como el de Posadas- posteando los últimos comentarios, mientras espero salir en el vuelo de la tarde, que me dejará en Miami varias horas más tarde de lo previsto. (La foto ilustra el shopping y un hecho básico de Centroamérica: si hay franquicias yanquis al costado de la autopista, es porque estás llegando a la capital).

Esto hace que no llegue al vuelo que tenía que tomar. Me estaban por mandar una noche a un hotel en Miami, hasta que después de media hora de llorarles, me consiguieron un vuelo que llega a JFK a las 12.30 de esta noche. Es decir que me espera un viaje en subte de como dos horas -a esa hora no hay expreso- para acostarme como a las 3 de la matina (ya que no creo que en los canales que tengo pasen el partido de Argentina-Turquía). Pero prefería eso a pasarme una noche en Miami -no está Pintos para ir a tomar una birra- y llegar mañana a las 3 de la tarde a casa.

¡Honduras, dejame ir...!

el coleccionista de hamacas y el carpintero

En el bus de Managua a Tegucigalpa, conocí a José y Martín, dos cordobeses de Oncativo ("somos del interior del interior", dijo José), que venían desde Venezuela en un viaje mucho más veloz que el mío. Habían estado en Colombia, Panamá y Costa Rica y seguían hasta México, todo en un total de 45 días.

Al llegar, buscamos hotel juntos y, por primera vez, en el último día de turismo, no salí solo a recorrer una ciudad nueva. Vino bien, porque Tegus no pintaba mucho más segura que Managua.

José -profesor de secundaria y artesano- andaba en busca de enterarse cuál es el pueblo de Honduras que se conoce por las buenas hamacas que hacen, ya que las colecciona. Como decía Martín, el carpintero, "no podía coleccionar monedas, estampillas..."

Dio la casualidad que Martín es hincha del Ciclón y, cuando pasamos por una casa de electrodomésticos, vimos el partido en Fox Sports. Ahí nos pusimos a buscar un restorán donde pasaran el partido, hasta que en un Pizza Hut nos aceptaron cambiar de canal. ¿Para qué? Nos terminamos de sentar cuando empezó la lluvia de goles. Para el 5-1, ya estábamos lo suficientemente calientes y deprimidos como para irnos de ahí. Considerando que era, a efectos prácticos, mi único día en Honduras, hice la excepción de dejar un partido del Ciclón sin terminar. No me perdí mucho, sólo dos goles.

No quiero decir "yo les dije", pero todo el que habla de fútbol conmigo sabe el odio visceral que le tengo a Ruggeri como técnico. Es todo lo que voy a decir.

Así que paseamos por el centro de Tegus y por Comayagüela, un distrito vecino que es como parte de la ciudad, y donde estábamos hospedados. Algunos edificios lindos, que como están en la parte de atrás de los billetes, podíamos saber qué son. Y un parque donde están reproducidos pirámides y otros edificios mayas en miniatura, bastante copado. (Foto).

Acá son bien futboleros, no como en Nicaragua, donde les gusta el béisbol más que nada. Y desde el hotel escuchábamos a la multitud en el Estadio Nacional, ya que era domingo.

La zona donde estábamos, una onda mercado callejero bastante caótica y ruidosa y sucia. En ningún lado encontré artesanías, ni lindas ni feas, así que me vuelvo sin nada para mí ni para la casa, a menos que compre algo muy caro en el aeropuerto.

los políticos son todos iguales II

El domingo 27, mientras salía de Nicaragua, leía uno de los diarios nacionales. Un titular a todo ancho de la tapa acusaba al Frente Sandinista de censurar una entrevista en la tele en que la hija de la esposa de Daniel Ortega lo acusaba de abusos cuando ella era chica. En la sección Política, las repercusiones porque Ortega ya empezó a descalificar a los observadores electorales de la OEA. Y las sospechas de fraude que apuntan al sandinismo porque es el que maneja la maquinaria electoral. Y también me entero de que en la coalición electoral del Frente Sandinista está el partido que solía ser del dictador Anastasio Somoza... ¡Plop!

27.8.06

una cerveza que costó tragar

La tarde que anduve caminando por San Salvador, en ese centro que es un laberinto de puestos de vendedores de ropa barata y comida y mil cosas más que te agarran del brazo para que entres a comprar, estaba agotado, sediento, acalorado y no encontraba un bar.

A unas cuadras de la plaza principal, por fin apareció uno. No sé si entré sin pensarlo dos veces, pero debería haberlo hecho.

En plena tarde calurosa, el antro en cuestión estaba penumbroso e inundado por la música a todo volumen de una máquina de discos. Varias mesas estaban ocupados por hombres con cara de rudos que se bajaban aguardiente y cervezas como merienda. Las mozas llevaban escotes más bajos o ropas más ajustadas de lo que la morfología de sus cuerpos, la hora del día y la moral y las buenas costumbres aconsejaban. En una sola mesa, había un grupo de jóvenes féminas también vestidas como si fuera de noche y todos los gatos fueran pardos. No sé bien si estaban ahí por negocios o por placer... o ambos.

Cuando terminé de absorber la escena desde mi mesa pegada a la puerta, ya era tarde para recular: había pedido una cerveza. De todas maneras, fue la que más rápído me tomé en mi vida. Si hasta pagué cuando me la trajo la voluptuosa moza. Con el último trago en el garguero, salí de ahí, lleno de realidad.

Hades(aparecido)

¡Loco, no puedo dejar al mundo solo una semanita, que nos quedamos sin un planeta! A ver si la próxima están más atentos, eh...

con custodia

Dilema: colectivo a Tegucigalpa sale a las 5.30 a.m. de Managua, a unas diez cuadras del hotel. La zona no es segura para caminar a ninguna hora y los del hotel me han acompañado hasta cuando fui a cenar a dos cuadras de distancia.

Solución: el dueño y sus dos hijos me acompañan en la caminata a las 4.30 a.m. y les pago un poco menos que un taxi, con los penúltimos córdobas que me quedan.

Qué loco.

pobre Managua

La primera impresión de Managua es que enseguida me dijeron que tuviera cuidado de no caminar solo por ahí. Llegué el sábado 26, compré el pasaje para este bus donde escribo a la mañana siguiente, conseguí alojamiento para la única noche allí, y me enfrentaba a dos opciones: una era pasarme la tarde en un shopping center cercano, comiendo en el patio de comidas, navegando en internet y hasta quizás viendo "Los Calientabancas"; la otra, ir hasta lago de Managua a unas cuadras de allí y ver los edificios y monumentos más significativos.

Desde el shopping, el lago y la antigua catedral se veían cerca. Y me tenía de muy mal humor no poder ir a recorrer. Así que hice de tripas corazón, metí los dólares abajo del cinto y dejé córdobas a mano por si me choreaban... y salí, dejando a mis espaldas la negra silueta de Sandino, el "general de hombres libres", que se recorta contra la Loma de Tiscapa, al lado del hotel Crowne Plaza, que tiene forma de pirámide maya.

Para ahorrarles el suspenso, fui y vine sin incidentes. Pero me quedé con una pesadez en el alma de ver un distrito tan desolado como ese. Managua tuvo terremotos en 1931 y 1972, la revolución sandinista en el '78 y '79 y las inundaciones del huracán Mitch en 1998. De resultas, lo que antes era el centro es una extraña combinación de baldíos y edificios oficiales (Cancillería, ministerio de Hacienda, Presidencia, Asamblea Nacional), solitarios, cada uno en una manzana. El único edificio alto en toda la ciudad es uno de oficinas de la Asamblea. Tan desolado y silencioso es todo que yo iba solo por el frente de la Asamblea, como cuando era chico, golpeando un palito ("tiriririririri...") contra las rejas.

En la plaza, donde aunque sea había algunas parejas apretando, está la tumba de Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista, que murió antes del triunfo revolucionario. También hay un monumento muy elocuente a los obreros y campesinos (los únicos que "lucharán hasta el final", dice una frase de Sandino en el pedestal), que es un tipo con una ametralladora en alto, rodeado de mástiles con banderas rojinegras. (Les debo las fotos por el zogaca de andar con la cámara encima).

La catedral, abandonada tras el segundo terremoto, es también impresionante. Un cascarón con dos campanarios y marcas de balazos en la fachada.

El dueño del hotel me explicó que como esa zona -y la vecina donde estábamos- "tiembla mucho", el centro de la ciudad ahora estaba en otra parte, y el antiguo centro quedó así. Muy raro.

vigorón, orinario, resaca, churrasco

La noche del viernes caminamos en la oscuridad hasta el único bar, a cenar y tomar, porque era mi última noches, casi todos los de la casa. Terminé en condiciones non sanctas. No sé si fue la primera borrachera en serio del viaje, pero que fue en serio, estoy seguro.

Así fue que a las 7 a.m. del sábado 26 me levanté aún alcoholizado, hice la mochila, entregué la Salvatrucha como parte de pago por míseros 23 dólares y pagué el resto de mi cuenta al contado, y partí.

Viajar resacado no estuvo tan mal como debería haberlo estado. Sobre todo, porque desayuné dos veces en el camino, una con una comida llamada vigorón, que me vendieron en una bolsita. Con la mano, obviamente, me comí una mezcla de repollo, zanahorias, plátanos y pollo fritos, creo, aunque nunca lo sabré con certeza.

Después de dos llevadas a dedo y dos buses, llegué al mercado central de Managua, una de las "terminales" de colectivos interurbanos. Tanta sed me había hecho tomar mucha agua y bajé urgido.

Por suerte, ahí mismo había unos acogedores locales deonde se ofrecían nada más que dos servicios: jugar a las máquinas tragamonedas electrónicas o ir al baño. Pagué mis dos córdobas de acceso al "orinario" y, como dicen los yanquis, me alivié. Salí a un patio donde había mesas bajo lonas de plástico, música fuerte de los comedores y los locales de tragamonedas, el ruido de los colectivos locales que pasaban enfrente, decenas de vendedores ambulantes de DVDs, CDs, ropa interior, chicles, cigarrillos.

Me senté en un local, del lado de adentro, al lado de la pared, abrumado por la resaca que hacía surreal la escena. Me comí un churrasco -con ese nombre en el menú, ¿qué más podía pedir?- y me tomé un par de Toñas. El mundo empezó a recobrar su coherencia. Claro que los vendedores no paraban de detenerse en mi mesa a ofrecerme desde medias hasta películas (entre los títulos se destacaba "Penes Grandes").

Y desde el restorán vecino sonaban a todo lo que daba canciones como esa que dice: "¿De dónde es?, ¿en qué lugar se enamoró de tí?"; o esa otra: "Y se marchó..., y a su barco lo llamó Libertad". Como para darle un toque onírico, ¿vio?

Salí y pregunté como a 5 o 6 personas cómo llegar donde iba y nadie me supo decir. Al final, seguí la información de una guía británica que me habían prestado para copiar datos como ése, y me tomé el 109, que me dejó bien, milagrosamente.

too old for this?

En la casa de playa Madera, estaban la californiana Julie, el salvadoreño Yuri, el alemán Stefan, la austríaca Rebeca, los israelíes Gil e Itai, la belga Emilia, los nicas Quique, Milton, Manuel, Juan Carlos. Etc.

Hablando pavadas, que es lo que se hacía en la penumbra a la noche, o cuando la marea estaba baja, me di cuenta de que, a mis 30, era el más viejo de todos.

Glup.

hueco

Llegás a la terminal de King Quality, el bus que te llevará a Tegucigalpa saliendo a las 5.30 a.m., una hora antes, como te pidieron. Es de noche y no anda nadie en las calles, excepto taxistas que tocan bocina a los peatones que ven y algún tipo mal entrazado. En la sala de espera, luces fluorescentes, un televisor con una película doblada y siete personas que esperan, mal dormidas, para viajar. Este es uno de esos momentos y lugares que ni pasan, se pierden para siempre en el basurero de los recuerdos inútiles, vacíos de anécdotas o de eventos fuera de lo ordinario. Nunca más vas a acordarte de los próximos cuarenta minutos de hacer nada más que desear dormir. Ser consciente de esto sólo empeora las cosas, estira los minutos, alarga la vivencia inservible.

26.8.06

mensajes del pasado

Durante más de una semana, dormí al lado de una pared con graffittis varios de surferos de todos lados, incluidos un hincha de Peñarol y uno de Boca (y otro que lo tachó).

El más enigmático -por lejos- es la frase de arriba en la foto ("No hay relajación sin el relajador"). El otro ("Estoy quemado por el sol") me sonaba moribundo, resignado, desesperado y resignado al mismo tiempo.

la salvatrucha

Tarde, porque esta mañana la dejé como parte de pago en el alojamiento de la playa, pero acá van las fotos de mi tabla que tan poco me duró...


¿quién es este tipo?

Después de unos veinte días de no verme la cara muy seguido por falta de espejos en los últimos dos lugares donde me hospedé, fue bastante sorpresivo verme la cara un rato al llegar hoy a Managua. Este es el tipo que anda de viaje con mi pasaporte y mi tarjeta de débito, no sé quién es...

23.8.06

el que se va sin que lo echen

Todo muy lindo, todo muy rico, muchas gracias, buenas noches.

Estoy surfeando en agua tan clara que me veo los pies cuando estoy sentado esperando una ola. Sé que la semana que viene voy a surfear con paquetes de Doritos flotando en el mar a mi alrededor. Nada de pelícanos persiguiendo peces que saltan sobre el agua, ni de tortugas que aparecen de repente, ni de rayas que pican con la cola al surfista desafortunado de la semana. Y que en dos semanas volveré a ser un estudiante y voy a tener horarios fijos y que me voy a morir por estar acá, haciendo nada, tomando mate mientras espero que baje la marea...


Pero así y todo, ya me quiero volver a casa. Mi cama de tan sólo cinco mesecitos, mullida y firme, me espera. Siento el llamado del sofá y del control remoto. Clarman las voces de la heladera, de la pava, del escritorio y de la mesa de la cocina con la tostadora encima. Quiero volver a ser un sedentario habitante urbano. ¡Basta de falsos romanticismos!

22.8.06

buscando la cena en la oscuridad

Como a la noche acá en Madera no hay comida, si uno no compró algo para cenar hay que caminar por la playa a oscuras hasta algún lado donde haya cena, que dependiendo del día, puede ser de uno a tres.

Lo interesante de la experiencia cenatorial es la caminata. Selva oscura, impenetrable, negra, puntuada por alguna luciérnaga, de un lado. El mar ruidoso, borboteante y las rocas traicioneras, filosas y resbalosas, del otro. Sin linterna, vas muerto. Ayer, incluso con el último resplandor del sol desde abajo del horizonte, me tropecé y me saqué un pedazo de uña de un pulgar.

Igual, está bueno, en los trechos que son sólo arena, apagar la luz y caminar en la oscuridad que no te deja ver ni las manos. Es una mezcla de encantamiento, principio de susto y libertad absoluta que vale la pena otra uña.

adoquines de dulce de leche

Los israelíes que uno se encuentra viajando por ahí, había sido, muchas veces son jóvenes recién salidos del servicio militar obligatorio. Las dos chicas del grupo con el que llegué acá (las dos se llaman Daphne) me contaban que es casi una tradición salir de viaje cuando terminás. Ellas recién terminaban dos años de colimba, donde a veces iban a la casa los fines de semana y parece que más al final estaban sueltas más tiempo. Los hombres hacen tres años, pero ese sexismo no les molestaba para nada, je.

Ahora, hace tres meses que empezaron su travesía desde México. Se van hasta Panamá, de ahí vuelan a Perú y siguen hasta Buenos Aires por tierra. Con todas las relativas privaciones que uno pasa en estos viajes, cuando hablaban de Buenos Aires -donde se quieren quedar como seis meses- se les iluminaba la cara. "¿Ahí se puede tirar el papel higiénico en el inodoro?", me preguntó una, ilusionada, como si preguntara si era cierto que las calles son de caramelo o algo así... Jajaj...

Pero también se morían por alfajores, facturas, carne, vino, etc., y yo no hice nada por aminorar sus ilusiones, ya que comparado en precio y gratificación, si yo fuera israelí, me pasaría todo el viaje en Buenos Aires.