27.8.06

una cerveza que costó tragar

La tarde que anduve caminando por San Salvador, en ese centro que es un laberinto de puestos de vendedores de ropa barata y comida y mil cosas más que te agarran del brazo para que entres a comprar, estaba agotado, sediento, acalorado y no encontraba un bar.

A unas cuadras de la plaza principal, por fin apareció uno. No sé si entré sin pensarlo dos veces, pero debería haberlo hecho.

En plena tarde calurosa, el antro en cuestión estaba penumbroso e inundado por la música a todo volumen de una máquina de discos. Varias mesas estaban ocupados por hombres con cara de rudos que se bajaban aguardiente y cervezas como merienda. Las mozas llevaban escotes más bajos o ropas más ajustadas de lo que la morfología de sus cuerpos, la hora del día y la moral y las buenas costumbres aconsejaban. En una sola mesa, había un grupo de jóvenes féminas también vestidas como si fuera de noche y todos los gatos fueran pardos. No sé bien si estaban ahí por negocios o por placer... o ambos.

Cuando terminé de absorber la escena desde mi mesa pegada a la puerta, ya era tarde para recular: había pedido una cerveza. De todas maneras, fue la que más rápído me tomé en mi vida. Si hasta pagué cuando me la trajo la voluptuosa moza. Con el último trago en el garguero, salí de ahí, lleno de realidad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lleno de realidad......
Feliz regreso a tu cama, a tu sofa, a tu control, a tu estudio...
Nadie te quitara nunca lo bailado y nunca te van a faltar los pies ni la musica para bailar cuando quieras, lo que quieras.
Gracias de nuevo por haber compartido este viaje con todos, incluyendo a los que ya no viajamos mas con vos.
Siempre te voy a querer y extrañar mucho.
Con mucho cariño, exitos con la talentosa mujer que elegiste para que te acompañe en este camino, es un placer haberla leido a ella tambien, y me alegro mucho de que se hayan encontrado. Disfrutense.
Un beso grande.
Adios, que seas feliz.

2:16 a.m.  

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