27.8.06

hueco

Llegás a la terminal de King Quality, el bus que te llevará a Tegucigalpa saliendo a las 5.30 a.m., una hora antes, como te pidieron. Es de noche y no anda nadie en las calles, excepto taxistas que tocan bocina a los peatones que ven y algún tipo mal entrazado. En la sala de espera, luces fluorescentes, un televisor con una película doblada y siete personas que esperan, mal dormidas, para viajar. Este es uno de esos momentos y lugares que ni pasan, se pierden para siempre en el basurero de los recuerdos inútiles, vacíos de anécdotas o de eventos fuera de lo ordinario. Nunca más vas a acordarte de los próximos cuarenta minutos de hacer nada más que desear dormir. Ser consciente de esto sólo empeora las cosas, estira los minutos, alarga la vivencia inservible.

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