Murió la mula

La iglesia es un gran templo que parece vacío cuando uno pasa la puertita que se abre dentro de una puerta más grande de madera. No tiene bancos, porque la gente se sienta en el suelo, sobre las agujas verdes de pino que se amontonan sobre los mosaicos blancos. Miles de velas en vasos (veladoras) arden en mesas alrededor de toda la nave. Están frente a los más de cuarenta santos que, codo a codo, ocupan los lados, cada uno en una caja de vidrio. Se ven literas de madera que te hacen pensar que los pasean en hombros por las calles cuando les toca su fiesta.

Rosa, una niña que vendía cintos tejidos afuera, dice que el cura viene sólo los domingos y que no tienen misa en tzotzal.
La gente está arrodillada o sentada delante de los santos y prende más velas, de las largas, en el suelo.
San Juan Bautista preside todo desde el altar principal, con cinco mesas llenas de veladoras encendidas.
(Ah, la niña dice que el nombre viene de que no sé qué pasó en la lucha entre indios y españoles y uno le mató la mula a otro, y ellos, para decir "murió la mula", dicen "Chamula". Lo dijo seria, como si fuera verdad.)
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