Mis zapatillas andan de gira de despedida, también.
Les quedan dos semanas de vida conmigo y nunca volverán a ver a la Niu Shorc que las vio nacer -o donde me las compré, mejor dicho-. Sólo traje ese par y las ojotas. Así que no van a tener que revisarme el calzado en el aeropuerto.
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