Bienvenido a El Zonte
No quisiera aburrir con relatos repetitivos así que no voy a entrar en detalles sobre las diez horas de viaje en cuatro colectivos para llegar de Antigua a Guatemala a Santa Tecla a La Libertad a El Zonte, muerto de calor a las 5 p.m.
Encima me caminé todo el mínimo pueblo con la mochila a cuestas en busca de algo más barato que $5 la noche, pero no hay. Sorprendente, dado que en Guatemala llegué a pagar $2.
Al final, me quedé en una casa donde estoy solo, pero tengo pileta, palmeras, ventilador en la pieza, hamaca en la galería, perra, murciélago que ronda la pieza de noche, y los hijos de los dueños, Edwin (12) y Wilmer (11), para conversar.
Lo único que para hacer acá es surfear y esta mañana me compré la tabla que necesitaba para eso. Está hecha mierda y vieja, pero salió barata y no pasará de Nicaragua, donde la pienso vender. Ha sido bautizada La Salvatrucha, uno, porque es salvadoreña y dos, se me acaba de ocurrir, porque tiene tantas cicatrices como un pandillero de la Mara Salvatrucha. ¡Cuac!
Ancohe, apenas me instalé, me tiré a la pileta e hice mate para tomar en la hamaca (es dura la vida en El Salvador, eh), se largó la tormenta del siglo, aunque me temo que todos los días es así en esta época. Se había cortado la luz hacía un rato, así que tomé mate, cociné, leí, a la luz de una vela. Encima estaba leyendo -y terminé- un librito sobre la revolución sandinista, así que todo muy zurdito latinoamericanista, jaja... No me puse el suéter por obvias razones climáticas.
Encima me caminé todo el mínimo pueblo con la mochila a cuestas en busca de algo más barato que $5 la noche, pero no hay. Sorprendente, dado que en Guatemala llegué a pagar $2.
Al final, me quedé en una casa donde estoy solo, pero tengo pileta, palmeras, ventilador en la pieza, hamaca en la galería, perra, murciélago que ronda la pieza de noche, y los hijos de los dueños, Edwin (12) y Wilmer (11), para conversar.
Lo único que para hacer acá es surfear y esta mañana me compré la tabla que necesitaba para eso. Está hecha mierda y vieja, pero salió barata y no pasará de Nicaragua, donde la pienso vender. Ha sido bautizada La Salvatrucha, uno, porque es salvadoreña y dos, se me acaba de ocurrir, porque tiene tantas cicatrices como un pandillero de la Mara Salvatrucha. ¡Cuac!
Ancohe, apenas me instalé, me tiré a la pileta e hice mate para tomar en la hamaca (es dura la vida en El Salvador, eh), se largó la tormenta del siglo, aunque me temo que todos los días es así en esta época. Se había cortado la luz hacía un rato, así que tomé mate, cociné, leí, a la luz de una vela. Encima estaba leyendo -y terminé- un librito sobre la revolución sandinista, así que todo muy zurdito latinoamericanista, jaja... No me puse el suéter por obvias razones climáticas.
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