28.7.06

méjico máxico

Es el segundo día en San Cristóbal y hasta ahora no he descrito este "Pueblo Mágico", según su slogan turístico. Desde que llegué, me la he pasado vagando por todo el casco de la ciudad, que es encantadora.

Recién, me senté en un banco en la peatonal al lado de una señora bien india, con trenzas y ropa local. Enseguida, una bandita de pibes como de secundaria me pidieron para sacarse una foto con nosotros. ¡Ja! Por primera vez, sentí lo que sienten los locales cuando los turistas actúan estúpidamente. Obviamente, los dejé, porque ya al sentarme, yo mismo había pensado que buena foto la del extranjero y la señora, uno en cada punta del banco.

Pero esa es una síntesis de San Cristóbal: está lleno de extranjeros (sobre todo europeos y muchos tanos), pero no pierde su carácter propio, tradicional. Está bueno, eso.

Las calles son hermosas, las veredas tan finitas que no siempre quepo, mi cabo; como comida de puestos todo el día (tacos dorados, tacos suaves, gorditas, dulces, hot dogs, esquites; estoy hecho un chancho); estoy alojado en Casa Babylon, un hostal copado, con europeos, gringos, mexicanos, y otros latinoamericanos; camino un montón para todos lados al mismo tiempo, sin saber al salir dónde voy a ir.

Hay mercados de comida y de artesanías que son espectaculares. Remeras de Marcos y pasamontañas del EZLN, aunque usted no lo crea. Y también se consigue el Marcos de lana, con fusil y pasamontañas.

(Nota del P.: El título del post es robado del de un disco que recomiendo del Instituto Mexicano del Sonido).

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