23.7.06

asamblea popular

Volvía de la playa caminando, cuando dos pescadores me sacaron conversación. Venían los dos contentos, o quizás "contentos", con una bolsa llena de camarones recién sacados cada uno al hombro.

Más allá de las momentáneas faltas de diplomacia o de conocimiento ("¿Argentina todavía depende de México?", me preguntó uno), entablamos amigable charla por la que me enteré de que en Barra todo se decide en asamblea. Sabía que en Oaxaca muchas comunidades indígenas se gobiernan así, pero no sabía que estaba en una de ellas. (Nota del P.: "Sistema de usos y costumbres", me apunta la Puma novia que se le llama. La foto es una panorámica de casi todo el puebllo).

"Nosotros hicimos este camino", me decía un pescador. "Y el que va al crucero (mex. cruce de caminos) también", agregaba el otro. Los construyeron entre todos y por eso, para mantenerlos, cobran $10 mexicanos ($0.1 dólar) de entrada a los forasteros para ir a la playa.

A la noche, José, uno de los dueños de las cabañas, me completó la info. Los locales y los de pueblos cercanos no pagan. Los de Huatulco sí pagan, porque son gente de afuera la mayoría y tienen plata. Los gringos y demás extranjeros, of course.

En el pueblo, integran la asamblea todos los mayores de 18. Allí se vota todo y hay hasta cuatro directivos, elegidos por la asamblea.

José me dijo después en confianza, cuando no nos escuchaba el gringo con el que estábamos charlando, que él va a luchar todo lo posible por mantener la tierra en manos de la comunidad. Se refería a que en otras partes de México y en gran parte de Centroamérica son muchísimos los gringos que compran casas y terrenos en la playa -jubilados, surfistas, pescadores, todo junto-. "Y después, nosotros no vamos a poder ir a nuestra playa", dijo José.

"Así como nuestros mayores mantuvieron la tierra", agregó, señalando a su papá sentado ahí cerca, "nosotros tenemos que mantener esto".

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