psst... quiero comprar yerba
El último día en San Cristóbal lo pasé vagando. Visité unas grutas muy chidas (mex. buenas) a la mañana y a la tarde se me hizo tarde para ir a un pueblito indígena, así que di vueltas por el pueblo mágico.
En una de esas, estaba en el hostal, y salió el tema del mate en la conversación. "Oye, ¿y tú no tienes mate, hermano?", me dijo un pibe artesano. Le digo que no, que no consigo yerba, y el tano que administra el hostal levanta la cabeza y dice: "Acá siguro que consegues". Y una tana que estaba ahí asiente y me dice que es al lado de tal restaurant y tal y tal...
Salí como loco a buscar la tienda, sin estar seguro de dónde era lo que me dijo la tana, que me dijo que vendían otra cosa pero tenían yerba en un costado. Veo un local cerrado, miro por las ventanas y podría ser ese... Pero seguí caminando, dudé un par de veces más, hasta que llegué a la Tierra Prometida: una panadería con una Taragüí en la vidriera. Tenían de un kilo, la compré, excitado. (También me compré un cuernito de jamón y queso, después de la obligada pregunta a las panaderas mexicanas).
La pagué casi al precio más caro de mi vida: $60 mexicanos, que son cinco dólares.
A la noche, me di el lujo de hacer un buen matienzo para esperar la hora del bondi. Y lo mejor fue que se armó la ronda con tres mexicanos. (A uno, el que me preguntó, hasta le regalé yerba y quedó feliz).
Hoy en Palenque, me encontré con una artesana argentina y le mangueé el termo, que no traje. De posamate, tuve que usar un tenis (mex. zapatilla). Y los del hotel-camping me querían cobrar tantas tazas de agua caliente como entren en el termo. ¡Ridículos!
La cuestión es que me lo tomé en la hamaca, leyendo a la luz de la vela, comiendo galletitas, mientras anochecía sobre la selva maya.
En una de esas, estaba en el hostal, y salió el tema del mate en la conversación. "Oye, ¿y tú no tienes mate, hermano?", me dijo un pibe artesano. Le digo que no, que no consigo yerba, y el tano que administra el hostal levanta la cabeza y dice: "Acá siguro que consegues". Y una tana que estaba ahí asiente y me dice que es al lado de tal restaurant y tal y tal...
Salí como loco a buscar la tienda, sin estar seguro de dónde era lo que me dijo la tana, que me dijo que vendían otra cosa pero tenían yerba en un costado. Veo un local cerrado, miro por las ventanas y podría ser ese... Pero seguí caminando, dudé un par de veces más, hasta que llegué a la Tierra Prometida: una panadería con una Taragüí en la vidriera. Tenían de un kilo, la compré, excitado. (También me compré un cuernito de jamón y queso, después de la obligada pregunta a las panaderas mexicanas).
La pagué casi al precio más caro de mi vida: $60 mexicanos, que son cinco dólares.
A la noche, me di el lujo de hacer un buen matienzo para esperar la hora del bondi. Y lo mejor fue que se armó la ronda con tres mexicanos. (A uno, el que me preguntó, hasta le regalé yerba y quedó feliz).
Hoy en Palenque, me encontré con una artesana argentina y le mangueé el termo, que no traje. De posamate, tuve que usar un tenis (mex. zapatilla). Y los del hotel-camping me querían cobrar tantas tazas de agua caliente como entren en el termo. ¡Ridículos!
La cuestión es que me lo tomé en la hamaca, leyendo a la luz de la vela, comiendo galletitas, mientras anochecía sobre la selva maya.
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